2500 años de historia te contemplan
De Amallóbriga al siglo XXI
Un paseo por la Historia de Tiedra
PRIMERA MENCIÓN DE TIEDRA
Yo os ruego don Rodrigo (el Cid) / como amigo de valía / que vayáis a Zamora / con la mi mensajería. / Y a doña Urraca mi hermana / decid que me dé esa villa, / por gran haber o gran cambio, / como a ella mejor sería. / A Medina de Rioseco / yo por ella la daría, / con todo el infantado, / y también le prometía / a Villalpando y su tierra, / o Valladolid, la rica, / o a Tiedra, que es buen castillo, / y juramento le haría con doce de mis vasallos, / de cumplir lo que decía / y si no lo quiere hacer / por fuerza la tomaría.
UN OBISPO PRESO
Gutierre era obispo de Palencia, miembro de la ilustre familia de los Álvarez de Toledo (que luego sería la Casa de Alba) y muy ambicioso. Con diversos ascensos y caídas, durante el reinado de Juan II, se le acusó de participar en una conjura contra el rey y su ministro Álvaro de Luna, lo que le valió el encarcelamiento en el castillo de Tiedra en 1432. La situación era delicada, y el obispo de Zamora, por estar preso en su diócesis, excomulgó a todos los que habían participado en el apresamiento, pero el rey Juan II le contestó que «a obispo removedor de reinos y mal obispo, el rey mandara prenderle y lavar y doblar sus hábitos y mandarlos al papa». Al final, el obispo quedó libre.
Los orígenes
La Historia de Tiedra comienza con una ciudad vaccea a la que los romanos luego llamaron Amallóbriga. Los vacceos eran el pueblo celta que habitaba estás tierras a la llegada de los romanos. La ciudad vaccea de Amallóbriga estaba amurallada y sus viviendas rectangulares levantadas en tapial y adobe sobre un zócalo de piedra. Amallóbriga desarrolló una cultura de gran envergadura basada en la agricultura cerealística y en su cabaña ganadera. Los vacceos eran un pueblo eminentemente guerrero, entre los que destacaban sus excelentes jinetes.
QUÉ CURIOSO
Durante muchos siglos se pensó que el origen de Tiedra era ¡egipcio!, posiblemente a raíz del hallazgo de algunas piezas mal interpretadas procedentes del yacimiento arqueológico del Cerro de la Ermita.
Tiedra romana
En el año 178 antes de Cristo el pretor Lucius Postumius Albinus proclamó su vistoria sobre los vacceos, pero el territorio no estaba pacificado completamente y, de hecho, siguió habiendo enfrentamientos hasta el año 29 antes de Cristo. Con la definitiva conquista de la Península, Amallóbriga siguió siendo un centro urbano de envergadura. Conocemos su nombre gracias al Itinerario de Antonino, una especie de mapa de carreteras del siglo III después de Cristo, cuando se la menciona como etapa en la ruta de Mérida a Zaragoza, entre las ciudades de Albucela (Villalazán) y Septimanca (Simancas).
La crisis visigoda
En el siglo IV, con la crisis del imperio romano se producjo una ruralización del territorio y Amallóbriga perdió gran parte de su importancia urbana, poniendo así fin a una próspera etapa que había durado unos 700 años. Convertida en un asentamiento menor, junto a la antigua calzada romana (luego Camino Real entre Toro y Medina de Rioseco), la ciudad sufrió el definitivo despoblamiento a partir del siglo VIII con la invasión musulmana de la península ibérica.
En la iglesia de San Miguel es posible ver algunas piezas constructivas procedentes del asentamiento de época visigoda.
El nacimiento de una villa
En el siglo XI los reinos leonés y castellano consiguieron superar la línea del río Duero y culminar un largo proceso con la toma de Toledo en el año 1085. Es el momento en que los nuevos territorios se comenzaron a repoblar con colonos libres llegados de los territorios norteños y se fundaron nuevos núcleos de población con gran autonomía y privilegios recogidos en los diversos fueros. En el año 1060, Tiedra ya era una importante población con derecho de mercado y un castillo que controlaba el paso entre la Tierra de Campos y el Campo de Toro.
Esta primera aldea medieval se situaba sobre la vieja Amallóbriga, en la zona de la ermita, pero el rey Fernando II de León decidió trasladar la población una zona más fácilmente defendible, que se fortificó con muralla y castillo. Hacia 1171, Tiedra se convirtió en villa real, título de gran trascendencia ya que la libraba de la dependencia de cualquier señor feudal.
La villa seguía dependiendo del reino de León bajo el reinado de Alfonso IX, en un periodo en que los conflictos con la Castilla de Alfonso VIII fueron continuos. De hecho, solo el matrimonio del rey con Berenguela de Castilla pondría fin a años de enfrentamientos, cuando el hijo de ambos, Fernando III, unificase definitivamente Castilla y León en 1230. La villa, por entonces, había superado la primitiva muralla dentro de la que se levantaba el templo desaparecido de Santa María del Castillo, y se edificó una cerca más amplia en la que ya estaban presente las parroquias de San Miguel y San Pedro (cuyas torres cumplían labor defensiva) y un populoso barrio extramuros en torno a la parroquia del Salvador.
El esplendor medieval
Durante el siglo XIII se produjo un importante crecimiento de Tiedra gracias a los privilegios reales y a la concentración de población en la villa tras el abandono de muchas aldeas del entorno. En este tiempo la villa y el castillo estaban en poder de los Téllez de Meneses, y fue precisamente Alfonso Téllez de Meneses quien impulsó, a finales del siglo XIII, profundas modificaciones en la fortaleza hasta darle el aspecto que hoy podemos ver.
El resto de la Edad Media, se mantiene la villa en una buena posición, a pesar de las inestabilidades políticas, como el episodio en que Tiedra fue tomada por las tropas del rey Pedro I. El castillo pasará después, ya en el siglo XV, por las manos de las principales familias castellanas del momento como los Alburquerque, Álvaro de Luna o la casa de Osuna, quien mantendrá su propiedad hasta la desaparición de los señoríos en el siglo XIX.
EL HEREJE DE TIEDRA
Vivía en el siglo XVI en Tiedra un sastre que tuvo la ocurrencia de decir en público que las mujeres casadas no debían confesarse con curas ni frailes, sino solamente con sus maridos. Esto que hoy nos puede parecer trivial, a la Inquisición no se lo pareció y el sastre fue apresado y condenado en un auto de fe. A pesar de retractarse de su afirmación, fue condenado a llevar saco bendito, vela y soga al cuello, sufrió el castigo de doscientos azotes, cien en la calles de Tiedra y cien en Valladolid, y cien años de galeras.